viernes, 10 de diciembre de 2010

SOLEDAD...

Amigos...

Con una mirada inquieta bajo por una calle semidesierta.

El aliento del otoño barre la candidez de los últimos días de verano. Una nube gris vierte las primeras lágrimas de tristeza. Aún no hace frío, pero camino encogido. Llevo las manos en los bolsillos y miro hacia ambos lados... como si esperara que me acompañase alguien. Acabo de celebrar mi cumpleaños... Más años de los que quiero, menos de los que necesito. Aunque aún no sé muy bien para qué.

Las hojas secas, arrebatadas sin permiso por el viento a las ramas de los árboles, se arremolinan unas junto a otras en los oscuros rincones.Temerosas de qué la muerte las sorprenda en solitario. Pese al paisaje sombrío aún llevo manga corta, resistiéndome a abandonar el recuerdo del efímero verano. Miro al suelo y, por un fugaz momento, siento una extraña felicidad corretear por los callejones y recovecos de mi alma.

Ha llegado el momento.

Mi cabeza está terminando de poner en marcha el engranaje de la maquinaria de sus pensamientos.

Escucho en mi interior el compás de las pisadas, las voces apremiantes, el aroma del camino...                                                                    

Noto en el aire un silencio denso, pesado, plomizo... como el que precede a una batalla o cualquier tormenta.

Pronto escucharé otras músicas, risas nuevas...

Por un momento, la noche me hace sentir de nuevo aquél tierno e inocente niño que ya se fue.

Pronto...
 
Parezco feliz. Y es posible que lo sea. Acabo de llegar a un pueblo nuevo y desconocido. Todo lo nuevo suena siempre como música alegre. Por las mañanas, saldré a visitar sus plazas y sus calles. La gente me preguntará por mi vida. Amablemente, yo les preguntaré por las suyas. Y, salvo pequeños detalles, todo será como en otros lugares.

Pienso en una chica. Rubia. Pelo largo. La chica que, en la foto de la cartera, debería bajar ahora conmigo por la misma calle semidesierta. Con una mirada tan inquieta como la mía .Sé que quiere mucho. Y ella sabe que yo también a ella.

Ha tenido muchos nombres. Pero yo la sigo llamando Estrella.

Se acerca el otoño y, corriendo tras de mí, parece acercarse también la silenciosa y dulce lluvia. La misma que, en sueños, me persigue. Y al despertar, tanto echo de menos.

¿Es posible que pueda uno presentir lo que le va a suceder al día siguiente?


Postdata: Todos los días parecen iguales. Y, sin embargo, sabemos que ya nada volverá a ser como en aquellos días en que la mirada de la inocencia lo hacía todo más fácil, más sencillo...

Más lejano a uno y, a la vez, más cerca de todo al mismo tiempo.

Otra vez mirando a todos lados... y después al suelo.

Pero ahora mi mirada es distinta. Los tiempos están cambiando y, como un anciano castigado por un ejército de invisibles años, parezco llevar gran parte del peso del mundo sobre mi espalda. Ya nunca podré librarme de esa carga. Todos espían y buscan señales en cada uno de mis gestos y palabras.


Pero casi nadie escucha ya. Y el que escucha, parece haber dejado de comprender.

Aunque yo tampoco consigo ya comprender nada.

Ya no soy un niño que pueda dejar de lado aquello que le sobra o no le gusta para construirse un hermoso castillo de sueños e ilusiones con todo lo demás.

De niño lo observaba todo. Ahora soy yo el observado.

Desde entonces todos están conmigo, pero yo estoy siempre solo...



 Juanma - 10 - Diciembre - 2010
                                                                                                                                                        

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