jueves, 6 de septiembre de 2012

REFLEXIONANDO


A menudo, cuando crecemos, solemos decir que nos gustaría volver a la infancia, aquella época en la que no conocíamos los problemas ni las preocupaciones de la vida adulta. De niños nos pasaba justamente lo contrario, queríamos crecer para descubrir todas las maravillas de ese mundo de mayores que, por el momento, nos estaban prohibidas.

   Muchos días me da por reflexionar sobre esa cosa extraña que llamamos "yo". Y suele pasar que cambia a  medida que se le observa, como cuando fijas la mirada en las nubes del cielo tumbado en la hierba. Al principio se asemajan a un caballo, luego a una mariposa, y por último se transforman en un anciano de larga barba. Nada, sin embargo, es fijo, puesto que en abrir y cerrar de ojos vuelven a cambiar de forma.

   Es como cuando vas al retrete de una vieja estación de autobuses en un perdido pueblo de carretera y observas las paredes con manchones. Vas allí a menudo, pero las manchas, por más que sean antiguas, cambian en cada ocasión. La primera vez crees distinguir un rostro humano, luego un perro sentado, observándote atentamente. La vez siguiente se transforma en un árbol bajo el cual una hermosa chiquilla se mesa los cabellos. Dos o tres meses más tarde, una mañana  descubres de repente que las manchas han vuelto a tomar la forma de un rostro humano.

   Si concentramos la atención en nuestro "yo", nos damos cuenta de que se aleja poco a poco de la imagen que nos es familiar, que se multiplica y reviste de rostros que nos asombran. No sabemos cuál de esos rostros nos representan mejor y, cuanto más los observamos, más evidentes nos resultan esas transformaciones. Finalmente, sólo parece quedarnos la sorpresa.

   Cambiamos durante nuestras vidas. Nos cambia la edad, la experiencia, las circunstancias, los acontecimientos... Pero no debemos olvidar jamás nuestra más pura esencia, esa primera mancha en la pared, esa primera forma de nube... ese primer y verdadero "yo" que es la base de nuestra personalidad.

   Debemos intentar seguir siendo nosotros mismos a lo largo de nuestras vidas. Si algún día nos quitan todo lo demás, al menos nadie podrá arrebatarnos aquelllo que somos y nos hace especiales a los ojos de los demás, pues cada uno de nosotros es un ser único e irrepetible, una obra maravillosa y especial de la naturaleza...

" La sombra del arco iris" - Juanma

miércoles, 5 de septiembre de 2012

ADIÓS

Desde muy pequeño crecí con ese pegadizo sentimiento de apego que me inculcaron los mayores; la familia primero, los amigos después. Algo de quimérica utopía y contradicción encierra ese sentimiento, pues la misma vida se empeña en llevarnos cada vez que puede la contraria, dándonos a entender el verdadero final, el desapego... recordándonos que nada es para siempre. A lo largo de todos estos años lo experiementé en mis propias carnes. Y aún así, jamás me cansé de mimar y cuidar mis afectos... cometiendo muchos errores, también es verdad. Y sabiendo también de antemano que en un este mundo de locos que giraba a mi alrededor, en quizás tan sólo un suspiro, algunos de ellos tomarían rumbos y caminos distintos a los míos...

Y apenas queda entonces otra opción que la resignación compartida y consentida, intentando comprender que ellos también tienen el derecho a vivir su propia vida, tal y como yo hago con la mía. Cuesta entonces comprender ese apego con los que nos rodean, si sabemos que antes o después llegará el inevitable adiós. Sabor agridulce, diferentes consistencias, aromas contradictorios... sensaciones del todo extrañas, sin llegar a saber jamás muy bien si merece la pena vivir así. Quizá sea otra perspectiva distinta con la cual aprender a evolucionar en nuestras relaciones cotidianas con los demás, de crecer en nuestra consideración de no padecer o sufrir demasiado con lo que vendrá después... de no querer decir adiós!!!

Mientras tanto, sigo transitando mi camino solitario. Siempre tratando de encontrar mi lugar en el mundo, aquel que por defecto o efecto, por suerte o por desgracia, me ha tocado vivir... buscando la confianza necesaria para ir más allá de meras y simples palabras. En época de lluvias todo luce mojado, dejando golpear la inexperiencia consabida por miles de gotas estrellándose contra los delirios, aquellos que provocan mis propias desventuras. Hay otras épocas en que la lluvia no es tan intensa y tan sólo se dedica a resbalar en forma de desconfianzas dolorosas. Aún así, cada pequeño chubasco me viene a recordar cada fracaso, desilusión o desesperanza vivida. Después llegará la inevitable sequía haciendo estragos, tornando el porvenir duro e inhóspito, intransitable para los sentidos, ya curtidos por el doloroso y triste camino. A veces es en esos momentos cuando más quisiera cambiar la soledad por el amor, la amistad, la vida... cargar las alforjas de valentía y girar y danzar en cada constelación ebrio de ilusión y sueños como hace tiempo que no hago...

Y es en esos momentos en que más quisiera cambiar esa soledad y cuando más lo intento, justo cuando precisamente menos lo consigo y más ganas tengo de decir adiós!!!


Juanma - 5 - Septiembre - 2012