
-¿Cuál?
-El que quieras.
-¿El del elefante con chaqueta de botones?
-Vale...
-¿O el del caballo que era muy bonito?
-No, ése no. Siempre lloras.
-Cierto.
-¿Qué, entonces sí?
-Si prometes dormirte...
-¿Y esperarás hasta que me duerma?
-Sí.
Clic. El carruaje lleva a la calabaza que quedó de la cenicienta hasta el dragón que mató al caballero.
Y bueno, vengo por mi cuento.
La estufa encendida, el reino lleno de monstruos allá abajo. Todos los
bichos del bosque en esa enorme cama donde, asustados, comparten el
abrazo más fuerte del mundo.
Porque hace invierno. Porque huelen a derrota y ternura. Y eso es
tan dulce que se puede dormir sin miedo, aunque estén eternamente condenados a vivir encerrados dentro de un libro.
-¿Estás segura?
-Claro.
-¿Y luego?
-Habrá otros cuentos que contar.
Y él abre el libro, con una sonrisa dulce y un tanto aviesa en los
labios. Y ella agranda los ojos para verlo mejor. Para oírlo mejor. Para
olerlo mejor...
Conocen bien las ficciones. Sonríen, como niños. Y creen y se dejan llevar...
Juanma - 27 - Abril - 2012
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