
Te quise. Y hoy que tomo estas páginas olvidadas
entre mis manos, vuelvo a quererte y a maldecir por lo que pudimos haber sido y no fuimos. Por la
caricia que no di a tiempo, por la generosidad que no te regalé, por el
silencio que no supe cultivar cuando era el instante de callar. Noto los ríos
de sangre que me conectan con la vida, con aquellos maravillosos paisajes en
los que lo único verdadero eras tú, porque todo lo demás era posible en otros
sitios.
Eras una rebelde, me lo susurraste al oído tantas
veces. Pero jamás imaginé que fueras también una suicida. Cómo iba yo a saber
que en el concurso de tu existencia se sorteaba también mi propia muerte.
Emprendí la huida con pasos vacilantes y tú desapareciste en la dirección
contraria, más rápido que el olvido. "Es absolutamente necesario que no te
muevas ni un milímetro", debí haberte gritado entonces, aunque ya era
tarde, como siempre que se quiere limpiar dignamente un estropicio...o tapar
con una mano las sombras.
No queda mucho en los armarios. Mucho menos dentro
de los cajones. Tal vez el olvido se complete con este recuerdo sonriente, con
este buscarte sabiendo muy bien que no estarás; y quererte otra vez, quererte
siempre, de la cuna a la tumba, como un arqueólogo insaciable que encuentra,
incompletos, los restos de una ruinas prohibidas. Tomo este esqueleto y puedo,
si pego mi oído, escuchar todavía la respiración de la carne, los latidos del
corazón...
Entre la tristeza y la alegría del ayer ronda tu
fantasma. Entierro tus cartas. El mañana no puede recorrerse nunca mirando
hacia atrás, hacia los caminos del pasado y los callejones del recuerdo.
Juanma - 15 - Noviembre - 2011
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