
Creí que aquella sensación se alejaría pronto, que
se quedaría tan sólo lo que dura lo fugaz de un instante, que sería un febril
estado pasajero; pero al levantarme comprobé que mis piernas apenas podían
sostenerme en pie, que ya no me soportaban, que mis manos estaban tan cansadas
y torpes como ellas y que en mi pecho parecía haber una pesada losa que
obstruía mi tórax dificultando la respiración.
Creí que tan sólo sería un instante, breve como un
suspiro, pero mis pasos no me acompañan, se vuelven lentos, se tornan torpes y
pesados y apenas son capaces de llevarme hasta el cuarto de baño donde el
espejo, sucio y polvoriento como si llevara años sin limpiarse, me devuelve el
reflejo de un rostro que no reconozco, un rostro ya marchito y ajado que me
muestra una mirada fría y distante; entonces, solo entonces atisbé a captar, y
comprender, que ese instante, ese efímero lapso de tiempo que supuse sería
corto, se revelaba ahora en eternidad.
Me puse mi máscara, aquel gastado antifaz de sueños
perdidos y errantes, y salí a la calle, al mundo, al universo infinito;
entonces me vi reflejado a través de sus ojos, igual de cansados y hastiados,
igual de olvidados, y la interrogante, la pregunta que tanto tiempo llevaba
rehuyendo, surgió:
¿Acaso no seremos todos corazones rotos, esperanzas
truncadas, paseando sin rumbo ni dirección sonrisas enmascaradas, protegiendo
un alma herida y destrozada?
Y quizás sea dicha protección la que me provoque
esta inseguridad, este ancestral miedo que me negará la oportunidad y me
privará del privilegio de conocernos.
Y tristemente... continuaremos siendo ese par de
alas que vuelan en direcciones opuestas, ese par de corazones rotos usando
máscaras hermosas y bellos disfraces, ocultando dos almas que se privaron del
derecho a amar...
Juanma - 4 - Abril - 2014
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