Perdido entre laberintos de espacio y jeroglíficos de tiempo la vida se consume y pasa...

Ves que, pese a los continuos cambios y el fluir y renovarse eterno del mundo y de las cosas, todo sigue igual; una rutina y monotonía asfixiantes que te ancla al globo terráqueo y te aleja cada vez más de esas fugaces estrellas a las cuales suplicas y pides tus anhelos y deseos. La apatía se torna una constante y te vuelves espejo de tu reflejo, mirada vacía buscando vida en el dorso de unas manos vacías, piernas cansadas y ya agonizantes de tanto y tanto caminar. Te vuelves una sombra de tu sombra, una senda que nadie se atreve a recorrer ni transitar, un maniquí en un escaparate abandonado. Catalepsia bajo los clavos de la ruina de tus sentidos aletargados mientras los días merman, las estaciones se suceden y la vida pasa...
Con una mirada tenebrosa te vuelves a mirar por la ventana; una ventana abierta por donde bandadas de aves carroñeras se cuelan en la gruta de tu alma ante la insensibilidad inerte de tus ojos. Ya no sonríes. Ya no cantas. Te dejas ir, arrancar, llevar... Te dejas secuestrar por las horas que corroen cada rastro de anhelo y esperanza. Tristeza espectral en las calles tras la ventana. En un trasluz desesperado te intentas buscar y no te encuentras. Sólo hallas nubes pasajeras y migratorias surcando océanos olvidados, mundos perdidos detractores de la libertad. Mientras tanto, la vida pasa y el cielo se tiñe de un halo lánguido y gris. Un gris que insiste y se empeña en ser cómplice único del resto de tus días...
Juanma - 15 - Abril - 2015

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