
A mi ángel de la guarda particular;
He pasado una noche de terror que creí no acabaría nunca.
Sueños traviesos, como picotazos de la memoria en el alma, tan antiguos que nunca existieron y dolorosos quién sabe por qué... alertas y sigilosos como unos ojos abiertos en la oscuridad.
Alguien me cose, me descose y me inventa una nueva cara... soy de trapo y estopa y mis costuras son gruesas como cicatrices, profundas como ecos en un abismo.
Alguien entra en mi casa y se lleva lo que quiere... se lleva
lo que quiero... pero no hago nada, lo dejo llevarse mi alma para que
no me mate.
Alguien ordena mi captura y mi infelicidad al borde de un
cristal roto por el que se cuelan aullando el viento de la desesperanza
y la sombra de la desesperación...
Todas estas cosas suceden en una misma madrugada, antes de que
el reloj de la pared marque las tres y mis demonios interiores
despierten de su letargo.
Pienso escribirte un mensaje que diga MIEDO... pero el terror atenaza mis dedos y soy incapaz de escribir ni de pensar nada.
Esto es por la terapia; el grito de la locura, el perfume del olvido, la ausencia de calma...
La noche fuera de mi ventana está electrificada: gente que grita o
conversa, perros que ladran, una sirena rasgando la quietud de la
madrugada...
Dentro de mi casa las sombras crecen, se escuchan ruidos en cada
habitación y sé que no estoy solo. Sé que los fantasmas han salido de
mí y están husmeando por todos los rincones.
En noches así urge tomar tu mano, rozar tu piel, sentir el contacto
que te rapta del abismo y del terror infantil al que has regresado.
Pienso: estoy mejorando... mi alma está vomitando la enfermedad que
le devora. Quiero alegrarme, pero las sombras se mueven y sé que me
quedan muchas noches de delirio antes de la paz y el sosiego.
Y no es cierto que no busque. No es verdad que no pregunte, husmee,
atisbe, ojee, pida. No es verdad que no mire al cielo, que no me enfade, maldiga, desconfíe, pise.
No es verdad que calle todo, que confiese, que aprenda: pues todo es sueño.
Y tampoco es verdad que lo tenga todo previsto, que no me arrepienta a menudo, que
cierre siempre la puerta. No es verdad que vuelva cuando me giro, que suba cuando bajo, que no hable si me callo.
Algo siniestro extiende sus dedos pavorosos en la oscuridad. Observo en la sombra mi propia pupila, fijo en ella la mirada y, frente a frente y ya sin miedo, le grito que no
es verdad.
Juanma -27 - Abril - 2012