
No sé si todavía te quiero (ya sabes, es tan corto el amor y tan largo el olvido), ni sé qué haces entre mis sentimientos y pensamientos, aparte de desorganizarlos por completo, pero sí tengo la certeza de que todas estas noches sin un mal beso que llevarme a los labios han pasado por mi necesidad de decirte esto que por fin te dije... y de aprender por fin lo que aprendí.
Nunca más desconfiaré de la felicidad. Es tan breve, tan volátil, tan precaria, que cualquier análisis científico la termina por destruir por completo. La pesé, la medí, la maquillé, la olí, la miré de reojo y la dejé pasar. Me miraba desde tus ojos con cara de primavera, pero en mi mente era demasiado invierno todavía. Me equivoqué. Errar es de sabios. Creo que esa culpa me ha mantenido atado al espectro de tu cintura, hoy que tu cuerpo es una realidad lejana, un cementerio de nostalgias. Y hoy es ésa la enseñanza que no me resta tristezas, pero me regala pequeñas libertades.
No sé porqué esto, que era una especie de redención, me ha quedado tan triste como de costumbre. Y sí, lección aprendida y todo, sigo llorando a menudo con tus recuerdos...
Juanma - 11 - Octubre - 2012
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