Tic tac. Tic tac. El
tiempo se fuga en el devenir y rodar y deslizarse de las horas. Tú permaneces
ahí, intentando guarecerte de los años en una cueva sin tiempo. Quieres
detenerlo. Pero no puedes, algo te lo impide. Intentas conservar esos instantes
eternos en tu memoria como el aleteo de una efímera juventud. La vejez te
asusta, viene con su pesado saco de arrugas y huesos a la espalda y te hace
mirar cara a cara al abismo.
Tic tac. Tic tac. No se
detiene. Y esto desata el emerger de las prisas y olvidos que zarandean sin
piedad tus angustiosos días. Pretendes conservar cada vivencia, atrapar su
esencia, que tus recuerdos no se deshagan en mil pedazos como un puzle
irrealizable. Se alejan. Y tú corres tras ellos. Pero es imposible alcanzarlos.
Tiemblas hasta la extenuación, llevas al límite tu resistencia y dices no poder
más. Te miras en el espejo de tus sueños buscando el reflejo de la eternidad.
Tic tac. Tic tac. Te
enamoras de la aurora, de la luz del alba, pero ella te rechaza, huye de tus
pasos cansados, desesperados, tristes. No queda otra salida. Cara a cara con la
vida. Dejarse acariciar por los dedos del mañana. Aunque su caricia sea como el
filo de mil navajas que dejan surcos a ras de tu esencia. Te desmoronas. Te
pierdes. Caes a un pozo infinito cuyo fondo de lodo y púas te ahoga primero y
despedaza después.
Tic-tac. Tic-tac. En ese
momento despiertas. Confuso. Sin aire. Asustado. Miras el reloj y ves sus
agujas marchando con cadencia militar hacia quién sabe qué guerra o batalla.
Pero fuera de la prisión de los sueños no tienes miedo, ya no te dejas
intimidar. Sabes que aún te queda toda una vida por delante. ¿Tic tac. Tic tac?
Coges esa esfera atrapa tiempo y la arrojas por la ventana con la alegría de
todas tus fuerzas. Hacia el ayer, el mañana o el nunca jamás... ¿Qué más da?
Regresas a la cama y esta vez recibes a Morfeo con la eterna sonrisa de aquel
al que ya no le importa el tiempo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario