domingo, 28 de abril de 2013

LOS HUECOS DEL CORAZÓN

De madrugada casi puedo hasta palparlo.

Es un hueco diminuto en el centro mismo de mi pecho, apenas un espacio, algo como un ojo sin pupila o una grieta. Hasta duele la piel que cubre esa sombra, como cuando se presiona una herida reciente y la carne late acompasada y latente. Ahí está, y yo lo noto. Me dirás que no es algo muy normal o racional, pero ahí está...

Podría poner tu mano sobre este precipicio y tal vez contarte cómo se formó. Enumerarte la larga lista de silencios y renuncias que fue cincelando este pequeño pozo al que si me asomo, se convertirá en abismo.

Podría ir y relatarte un par de confesiones sin aspavientos, como quien hace inventario en una oficina: 20 lápices, 10 paquetes de folios, 3 cajas de clips, una impresora, un escanner... es así de fácil, tan básico que espanta...

Aquí es, aquí... toca aquí. Aquí te extraño. En este rinconcito. Tú dices que se puede querer sin piel. No es cierto. Toca. ¿Lo sientes? Yo necesito besos y caricias. Así de sencillo...

Podría también esperar a que ese agujero se cerrara o se tragara todas las palabras que yo me trago. Podría esconderme ahí, en esa perforación que no es más grande que una bala y que tiene sabor a pólvora. Animarme en ese desierto, mientras el recuerdo se reseca y las resacas en que tú estuviste se cubren de imprecisiones.

¿Dije lo que creo que dije?¿De verdad temblabas con mi abrazo?¿Hubo alguna vez un esbozo de un nosotros en tiempo presente?

¡Ah! El recuerdo... 

El recuerdo es lo único real de la memoria y sabemos que ni eso puedo traerme ya a la boca. Olerte. Olfatear tu pelo recién lavado, tu cuello, tu ombligo... retroceder y volver al recorrido... A
vanzar...

¿Alguna vez lo hice?

Pues debí. Antes de este nimio vacío debí rescatar la osadía y desarmar tus murallas, acribillar tus nudos y mutilar los míos. Desnudarnos... ves, así de simple. Pero ahora ya es tarde. Puedo palparlo. Es un diminuto hueco en el centro mismo de mi pecho...


Juanma - 28 - Abril - 2013

   

   

jueves, 11 de abril de 2013

POESÍA

Dicen que los mapas antiguos se usaban para designar el norte. Debe ser por eso que llegué a aquel lugar, al norte de mis pensamientos, como un perro perdido y que, como un perro perdido, regresé una y otra vez. Era una tarde triste de Abril, pese a toda su primavera. Me senté en el banco de un parque y, leyendo poesía, mis heridas comenzaron a sanar. Aunque ella no estaba allí, podía sentir que también se curaba de las suyas. El primer reflejo en nuestro espejo común estaba lleno de magulladuras.

Hablo de un joven herido que jugaba a adivinar. O de un joven que creía conocer el retorno a la tierra de las maravillas y los países de nunca jamás. Hablo de un libro de sueños que tallaba yo mismo... para ella, como no. Hablo de sus ojos tristes y vidriosos y su voz cristalina
como una melodía de cristal. Hablo del soñador que desenmascaré detrás del chico tímido.

Digo que manaron de la noche las estrellas y la poesía... y que nunca hizo falta pensar en la realidad. Digo que hice de ese lugar mi casa, el estacionamiento de mi pies cansados, el reposo del guerrero, mi gruta de oración, una fiesta. Digo que todo lo que allí se habló era hermoso: en un jardín de palabras, no podía ser de otro modo.

Digo que conocí allí personas insospechadas:
- Un poeta hijo de sus sueños, de  largas pestañas como lianas, a quien abracé ansioso porque me enseñara su arte.
- Un loco con delirios de filósofo, con quien compartí anécdotas y todos los desacuerdos posibles, salvo el amor por aquel lugar.
- Una muchacha tan hermosa que ni ella misma conoció los alcances de su propia belleza.
- Un autoestopista de voz tan suave y dulce, que bien pudo haber sido un querubín a las puertas del cielo.
- Un chamán moderno, risueño y estepario, con mirada de ceniza y esmeralda.
- Una niña tan alegre cuya risa me sirvió para recordarla siempre con alegría.

Digo que encontré allí libros que siempre busqué, y me dejé seducir por otros que pareció que siempre me hubieran estado buscando.

Digo que me llevé sin pagar sonrisas y versos, los poemarios de William Blake, un sueño que cogí de prestado y una foto de Rimbaud en una taberna, bebiendo, tomada y firmada por Baudeliere..

Digo que me guardo conversaciones secretas, ebriedades existenciales, la certeza de que con la poesía hay menos dolor (o al menos duele mejor), la revelación de saberme parte de un club de bichos raros y entrañables.

No sé si eso será o no una tristeza o alegría.

Pero es mi brújula y mi antorcha, y quiero pensar que si él, nuestro sumo guardián de los sueños y los caminos, se la lleva... y si nos deja en su lugar una ausencia y una orfandad, es para buscar con ella, como en la poesía antigua, su estrella y el amor...


Juanma - 11 - Abril - 2013