martes, 27 de marzo de 2012

LO PERDIDO

Aquello que no está y no perdí, seguro que me lo han robado.

No es, obviamente, la primera vez. Me han robado cosas importantes, la mayoría de ellas con mi  inocente complicidad. Pero también otras muchas sin darme apenas cuenta. Me han saqueado una y otra vez sin tener valor a denunciarlo...y mucho menos la fortuna de recuperarlo.

Con cada una de esas pérdidas morí un poco. Y escribí en mi cuaderno esos trocitos de muerte para que no murieran del todo.

Anoté todo lo perdido, para perderlo quizás un poco menos.Anoté también lo conquistado, para cantar desde adentro la alegría de mi alma con cada descubrimiento. Anoté lo inconcluso, para darle un poquito de finalidad. Anoté las tinieblas para darles luz, anoté las sombras para irradiarlas. Anoté lo bello tan sólo para mirarlo...

Yo, que he conseguido muchos y variados oficios inútiles, encuentro en el oficio de buscador de palabras el único verso que me rima y encaja con el acorde de mi propia melodía.

Tal vez por eso duele más.

Un diario es tan poco... a veces apenas nada, salvo para aquél que lo ha escrito. Anotaciones del alma, páginas de recuerdos que no olvidé, lágrimas que aprendí a llorar bien o mal, risas hermosas de las que me prendí, que robé y escondí. Pequeñas ilusiones que sólo encontraban sentido en mi propio sinsentido.

Y nadie más que yo poseía el conjuro.

Es lo que pasa cuando se transitan fronteras demasiado próximas a los abismos.

Pero mientras haya manos, pupilas y corazones cómplices, siempre quedarán bellas imágenes reflejadas en los espejos.


Juanma - 28 - 3 - 2012





martes, 13 de marzo de 2012

LA MUÑECA Y EL SILENCIO


Soy la muñeca con que juega la madrugada. Abro los ojos frente al espejo. Esta desquiciada adolescente que se refleja no se parece en nada a todos mis años. Es una recién nacida que agoniza de vejez.

Escribir no es una salida, es una trampa. Me pongo unas pestañas postizas y parpadeo.

Las otras muñecas me miran desde sus estanterías. Son tan bellas... son terriblemente tristes. Son perfectas. Están muertas, están en silencio. En sus rostros estáticos, inexpresivos, está lo único que busco. 

Abro el lápiz de labios, rojo y vivo como el fuego, y me dibujo una niña en los labios... pero está viva, y la borro y dejo apenas una mancha. La niña palpita en la boca disfrazada de corazón. Enciendo una vela. Soy una moribunda que grita de tristeza. En la habitación, apenas un agujero, una pared que tiembla. Me maquillo los ojos con lágrimas de sangre.

La de madera es especial. Es azul, como yo. Es una gota de alma; un día fue existencia y hoy, fantasma. Me dice tranquila, tranquila, no te abandones, duerme un poco... o ven aquí. Se lo sabe de memoria. Lo aprendió mientras dormía, entre las sentencias de muerte y los indultos. La de madera es especial, y la muy puta está toda pintada pero no quiere que me siga delineando las cejas. 

Es honda la noche... y oscura como una boca de lobo. Ya no puedo decir lo que quiero. Ya no sé. El silencio no puede ser más elocuente. 

Es necesario que yo sea una muñeca. Que me parezca a estos rostros fríos y hermosos. Que sea yo antes de mí. Me trago una pastilla y otra... y otra más. 

El vértigo de mirarme en este viaje me hipnotiza, no lo puedo negar.

Si trago diez perderé la memoria de mi nombre. Será como acercarse al no sonido de adentro. Con veinte olvidaré el futuro... y tal vez el pasado. Se me sonrojan las mejillas y me separo lentamente del tiempo. Cuento las que quedan en el frasco. Son treinta más. 

El frasquito también es perfecto. Cuando está vacío se lo regalo a mi muñeca favorita. El espejo dice que soy idéntica al final de mi monólogo. Me desnudo. Los huesos son astillas luminosas, parezco un pájaro a punto de emigrar. Los ojos  enmudecen... callan. Recuerdo los bellos versos de Alejandra Pizarnik:

"Alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va..."

No quiero ir más que hasta el fondo, ser una niña plastificada en la muerte, entrar en una casita eterna de madera, sin cintas, sin papel. El regalo será, por fin, el silencio...


Juanma - 13 - Marzo - 2012

sábado, 3 de marzo de 2012

EL ÚLTIMO INVIERNO


—Llevas tanta luz en la mirada que parece que te fueras a morir muy pronto —le susurro al oído.
—Es que me voy a morir muy pronto —me recuerda ella.

Sonríe con infinita tristeza porque, en verdad, se está muriendo. Sonríe porque los dos lo sabemos y porque ese próximo adiós es la única razón para que estemos aquí celebrando lo poco que nos queda por celebrar. Vamos a varias fiestas en las que suena música en su honor. La conocen, la quieren, le dedican canciones. Sitios en los que las conversaciones nos acarician como manos amigas. 

Y ella camina risueña y despreocupada, cogida a ratos de mi brazo, a ratos de mi cintura, escondiendo en un sueño de marihuana sus dolores, anestesiada tras una botella de vino su precariedad. No pide que la abrace o que la quiera más. Pide que le cante... No, que le susurre al oído nuestra canción, que la mire como aquella primera vez cuando nos conocimos, que no ría mezquinamente, que no llore... y que no la deje llorar a ella.

Me suplica un último baile. Bailamos. Yo apenas la sigo con torpeza infantil, pero ella se mueve entre la multitud con graciosa elegancia, con desenvoltura natural. Como una gata que... No, los gatos no piensan en estirarse, simplemente se estiran. Más bien como un junco bajo la brisa, o un árbol mecido por el viento. Los árboles ni siquiera hacen eso, oscilan sin más, sin el leve esfuerzo de moverse. Ella se movía así, danzando como una ola en la madrugada.

Me mira. Y me atrapa en su mirada con una sonrisa adorable que queda prendida en el aire frente a nosotros. Como el rocío bajo la hermosa luz del embrujo del alba, como un sueño al despertar resistiendo a desvanecerse.

Ya cerca del amanecer, sonriente, tal vez un poco ebrio, me siento ya su músico, su poeta, un bardo, un trovador. Y atisbo en el abismo de mi corazón, junto al acantilado del alma, una tenue esperanza. La oigo llegar, la veo acercarse...y la noto querer marcharse. Pero decido mantenerla. Porque sin esperanza, ¿qué nos queda?

—Me gustaría pasar contigo este invierno.
—Sí.
—¿Quieres que pasemos juntos este invierno?
—Sí.

Y ella me abraza. No dice nada más. No hace falta. Y me sonríe con esos maravillosos ojos brillantes, entre verde bosque y bruma de mar, reflejando una y mil veces toda la luz que entra en ellos. Y salimos al encuentro del camino del invierno, pues ninguno de los dos necesita saber ya nada de la primavera.


Juanma - 3 - Marzo - 2012                                        

jueves, 1 de marzo de 2012

ROMANCE BREVE


Ella leía un libro de Julio Cortázar . Él, uno de Walt Whitman. Ella llevaba zapatos rojos. Él, zapatillas negras.Entraron apenas se abrieron las puertas del tren. Ella se sentó, él permaneció de pie frente a ella.

Él miró de reojo el libro de ella, y le gustó. Ella miró de frente el libro de él, y le cautivó. Media estación después, él puso su zapatilla junto al zapato de ella, tocándolo apenas por la punta. Ella no movió el pie. Y un calor sutil y agradable empezó a fluir desde los dedos del pie hasta las manos, desde las manos hasta los libros y desde los libros hasta el aliento. Si un sobresalto le hacía separar el pie, lo devolvía de inmediato a su posición deseada.

Así permanecieron los dos lectores ( los ojos clavados en el papel, los pies clavados en el suelo, sus corazones queriendo desclavarse de su pecho ) seis estaciones completas... en medio de un breve romance de solapas y sin verse nunca el rostro.

Juanma - 1 - Marzo - 2012