lunes, 29 de febrero de 2016

KILÓMETRO CERO

Allí donde todo está quemado hasta las cenizas, es imposible encender hoguera alguna. En tales circunstancias, las noches se vuelven más largas y amenazantes y oscuras. Y un péndulo, enorme como el vacío del universo, oscila sobre nuestras cabezas, decapitando constelaciones enteras con su filo inapelable, desgarrando el vientre de esa eternidad de la que se puede afirmar que nada sabe y, sin embargo, algo debe de saber. Porque de las pesadillas diurnas no hay manera de despertar. Visiones de languidez, de desamparo, de enfermedad. En el camino no suele haber ángeles autoestopistas ni interlocutores del más allá. Cuando llegas a cada curva ya se han marchado y llevado consigo el mundo y sus cenizas. ¿En qué se diferencia todo aquello que nunca fue de aquello que jamás será? Apenas ha terminado de amanecer cuando ya está de vuelta la luz grisácea y mortecina de la tarde agonizante. Como un romance ritual e irreversible en el que siempre gana el insomnio. Es curioso el tiempo: fugaz y eterno; breve y perpetuo; efímero e imperecedero a un mismo tiempo. Miras a tu alrededor y en un parpadeo todo es distinto. Te han dicho desde que tienes uso de razón que "siempre" es mucho tiempo. Pero al final descubres la verdad. La escalofriante verdad. Que "siempre" es tan solo un abrir y cerrar de ojos. Y a la luz mezquina que precede al crepúsculo, hay que añadirle también la luz temblorosa y yerma y sombría que acompaña a menudo a nuestros corazones. Se oscurecen a cada tramo del sendero, reflejando el sol moribundo desde una nada insondable, como destellos de cuchillos en una cueva profunda. Y, sin apenas darnos cuenta, rezamos en sueños como en un antiguo y sagrado ungimiento. Como estrofas de un mantra de signos. Evocando las formas, los gestos, los movimientos... Quizá sea bueno para sentirnos vivos y parte de algo, aunque no sepamos de qué algo se trata. Cuando no tenemos nada mejor que hacer, inventamos ceremonias y les insuflamos vida. Cada vez tenemos más a menudo esa extraña sensación de perpetuo vacío, más allá de nuestro lóbrego entumecimiento y su sorda desesperación. Como si el camino y el mundo se encogieran en un mosaico de piezas inseparables. Vuelta al olvido de las formas y sus nombres. Y su significado. Todas aquellas cosas que damos por sentado como verdaderas desvaneciéndose en volutas de humo. Más frágiles de lo que jamás hubiéramos imaginado. Como un hierático idioma resquebrajándose al verse desprovisto de sus jodidos referentes. Encogido como un cuerpo a la intemperie que intentara preservar algo de calor. A punto de esfumarse para siempre en un pestañeo ¿Cuánto de este mundo que creemos real no ha desaparecido ya? ¿Acaso esperamos que haya algún Dios bondadoso observando? ¿O, quizá, uno sin escrúpulos? ¿Redactando en un libro inmenso de tapas doradas nuestros hechos terrenales? A dos columnas en una página. En una hilera los buenos, los piadosos, aquellos que te consiguen el ansiado pasaporte al cielo: y en otra los malos, los pecaminosos, esos que te condenan a las inmisericordes llamas del averno. Actos buenos y actos malos. ¿Con relación a qué? No, no hay libro de cuentas alguno y todos los dioses amigos y desconocidos están muertos y olvidados. Aunque creamos saber cómo es el mundo, en el fondo lo ignoramos. Tal vez sea imposible conocerlo desde el punto de vista de la creación. Quizá, tan solo, en su destrucción nos pueda ser revelado el cómo, cuándo y porqué de su existencia. Y de la nuestra propia dentro de la suya. Su verdadera estructura, más allá de átomos, células o galaxias. El misterio de su mecanismo y de quién se empeña en darle cuerda. Es posible que en ese cataclismo se nos desvele todo. El enigmático espectáculo de las cosas y sus sombras dejando de existir. El inabarcable universo baldío, erosionado, agonizante. Y su pavoroso silencio.


(Capítulo de "Seis Balas")

Juanma - 29 - Febrero - 2016                                       


sábado, 6 de febrero de 2016

LA LEYENDA DE LA MUÑECA MATRIOSKA

Cuenta una antigua leyenda rusa que, hace mucho tiempo, en lo más recóndito y profundo de la estepa siberiana, vivía un humilde carpintero llamado Serguei que tenía unas manos prodigiosas. En su pequeño taller fabricaba y tallaba los muebles mas exquisitos, los instrumentos de música mas bellos o los juguetes más hermosos. Del más inverosímil y maltrecho pedazo de madera conseguía realizar una obra de arte admirada por todos. Para poder realizar su trabajo, él mismo salia cada mañana al bosque a buscar las mejores maderas para poder dar vida a aquello que, en su mente, ya había dado forma.

Una mañana, en lo más crudo del gélido invierno, se disponía a salir de casa para cumplir con su laboriosa tarea. Pero la noche anterior cayó una gran tormenta de nieve que había mojado toda la madera. Para poder construir, su materia prima tenia que estar seca así que, aguantando el frío siberiano, se internó más que de costumbre en la espesura del bosque intentando hallar algún tronco medio seco. Caminó sin descanso varias horas, pero toda la madera que encontraba a su paso estaba húmeda y no servía para sus propósitos. Así que, cansado y  abatido, decidió emprender el camino de regreso a casa.

Volvía caminando cuando, de repente, encontró un tronco que sobresalía de la nieve y que llamó su atención. Con mucha curiosidad se acerco a ver qué tipo de árbol era aquel. Para su sorpresa, tenia ante sí uno de los troncos de madera mas hermosos que jamás había contemplado, de una madera tan blanca y pulida como porcelana china. Con enorme entusiasmo, Serguei recogió aquel regalo de la providencia como el mayor de los tesoros y decidió que con él debía fabricar algo muy especial.

Pasó muchas noches sin poder conciliar el sueño imaginando qué objeto maravilloso debía tallar. Cada mañana se levantaba y admiraba su trozo de madera durante largas horas. Era tan hermoso que no se le ocurría algo que fuera digno de su elegancia. Hasta que, en un sueño, tuvo una singular visión y decidió tallar una muñeca.

Se puso manos a la obra y realizó un trabajo espléndido. Cuando termino, la muñeca que tenía en sus manos era tan maravillosa que decidió no ponerla a la venta y quedársela para él. Vivía solo y pensó que aquel objeto tan preciado le haría compañía en su soledad. Le puso de nombre Matrioska. Día tras día se levantaba y le daba los buenos días para después quedarse un buen rato contemplándola sonriente. Era su más bella y querida creación. Y he aquí que, una buena mañana, la muñeca le contestó:

—Buenos días Serguei.

Pese a quedar muy sorprendido, el viejo carpintero no se asustó. Que su hermosa muñeca le hablara le llenó el corazón de alegría. A partir de aquel día mantenía largas y entretenidas charlas con la muñeca. Pero un día la encontró triste y compungida y le pregunto la causa de aquella profunda aflicción. Matrioska le contestó: 

—Veo que el mundo no es justo. Todos los animales del bosque tienen hijos e hijas, pero yo nunca podré tener ninguno. Y me gustaría ser madre para no sentirme tan sola

Entonces Serguei buscó una solución para el problema y se le ocurrió una idea.

—Matrioska —le dijo—, la única manera de conseguir eso seria abrirte para sacar madera de tus entrañas. Pero eso te dolería mucho y me entristece.

—No me importa —respondió la muñeca—. Las cosas importantes de la vida siempre necesitan de grandes sacrificios.

Así que el carpintero, con sumo cuidado, la vacío y talló una muñeca mas pequeña pero igual de hermosa. La llevó ante Matrioska y le dijo: 

—Aquí tienes a tu preciosa hija. La llamaremos Trioska.

Pero aquella felicidad duró poco, pues Trioska también tenía instinto maternal y Serguei tuvo que volver a tallar otra muñeca más pequeña de su interior a la que llamo Oska. Tiempo después a Oska también le apetecía ser madre, y al carpintero no le quedó más remedio que volver a repetir la operación. Pero se dio cuenta de que a la última muñeca ya casi no le quedaba madera en su interior.

Preocupado y pensando que la futura hija también querría, a su vez, ser madre, se le ocurrió una idea diferente. Esta vez tallaría a un varón. Así que creo un pequeño muñeco al que pintó unos grandes bigotes y puso el nombre de Ka. Lo llevó ante el espejo y le explicó:

—Tu eres el hombre de la familia. Y contigo se acaba la descendencia, pues no puedes engendrar hijo o hija en tu interior.

Seguidamente metió a Ka dentro de Oska; a Oska dentro de Troiska; y a Troiska en el interior de Matrioska, dejando tan solo a esta última a la vista. Vivieron juntos muchos y felices años. Pero una mañana al levantarse ya no estaban. Matrioska se había marchado misteriosamente, llevándose a su descendencia consigo y dejando a Serguei de nuevo solo y afligido. Murió de tristeza pocos días después.


                                                                                       * * *

Dejando de lado la leyenda, las famosas muñecas rusas tienen más de ciento veinte años. La primera matrioska salió del taller de un mecenas ruso llamado Savva Mamontov en 1890 y fue inspirada en un juego de muñecas de porcelana traído de Japón y que representaba al sabio Fukurama. El nombre de matrioska procede de Matriona, un nombre ruso que se asocia a una mujer fuerte y robusta en clara alusión a la madre y su maternidad. Las muñecas se tallan a partir de un bloque de madera de tilo o abedul, previamente secado como mínimo durante dos años, y se pintan siempre a mano. Suelen ser muñecas vestidas con trajes regionales de distintas zonas de Rusia, desmontables y huecas por dentro que encajan unas dentro de otras de tal forma que cada siguiente muñeca es mas pequeña que la anterior y así hasta la última figura que representa a un bebe arropado y en pañales. Una matrioska rusa puede contener tres, cinco y hasta veinte muñecas de madera. En sus mas de cien años de historia se hicieron matrioskas con hasta setenta y cinco muñecas dentro. Todas las muñecas se fabrican de un mismo bloque de madera, pues la dilatación y contracción de la madera son características únicas de cada bloque. No es nada sencillo tornear las piezas y lograr que encajen una en otra, especialmente teniendo en cuenta que durante el proceso de elaboración no se toman medidas de ninguna clase. Aunque la forma de las matrioskas cambia muy poco, su decoración sí que varia mucho, pues se utilizan las mas diversas técnicas artesanales tradicionales rusas. Cada familia de muñecas rusas es única, precisamente, porque los diseños no se repiten.


Juanma - 6 - Febrero - 2016