jueves, 16 de diciembre de 2010

EL SUEÑO

De una verde pradera, en un día de primavera, ascendían los ligeros destellos de un profundo río, azul y cristalino. Una pequeña barca surcaba las aguas transparentes. En un extremo de ella iba sentada una hermosa muchacha. Miraba dulce y melancólicamente a un  joven que permanecía sentado en el extremo opuesto de la barca, frente a ella. El muchacho sentía un temor infundado en su corazón, sin poder explicarse la causa y procedencia de aquel miedo, desconocido hasta entonces para él. El cielo se mostraba sereno y las aguas tranquilas. El joven había olvidado su nombre y la muchacha nunca lo había tenido. Por otro lado, era tanta su belleza que cualquier nombre hubiera resultado indigno ante aquel rostro, delicado como el cristal, que se reflejaba con gracia en la superficie de las olas.
De repente, todo se transformó. La barca se puso a dar vueltas sobre si misma, girando de forma descontrolada. El joven llamó a su amada con un grito de angustia. Ella, sin dejar de sonreír, dejó el remo en la barca, que no paraba de dar vueltas. Una sensación de pánico se apoderó del muchacho. Se lanzó al agua, pero no podía avanzar. La corriente era más poderosa y se lo llevaba. Ella le hacía señas, parecía querer decirle algo. La barca se hundía. Sin embargo, ella permanecía sonriendo con ternura y miraba con serenidad aquel remolino que, de improviso, se la tragó.
Una suave brisa sopló sobre las aguas del río que, como minutos antes, volvía a correr tranquilo y sereno. El joven había perdido el conocimiento presa de la desesperación. Cuando volvió en sí se encontraba en tierra firme, pero en un lugar extraño y desconocido.
No recordaba nada de lo sucedido. Sin pensarlo más se puso en pie y se adentró en aquella misteriosa región. Notaba una sorprendente calma. De la falda de una colina, surgió una fuente cristalina cuyas aguas tintineaban cual campanas celestiales. Aquella terrible aventura formaba parte del pasado, debía haber sido un mal sueño. El muchacho caminaba entre flores y árboles que parecían querer hablarle. Se sentía feliz, como si hubiera regresado a casa.

En esos momentos escuchó una canción que conocía de memoria. Corrió hacia la dirección de la que brotaba la música. Casi cayó al suelo cuando alguien le sujetó por la espalda. Escuchó una voz conocida. Se dio la vuelta y la muchacha sin nombre estaba allí, dispuesta a estrecharle entre sus brazos.
-¿Por qué corres?¿Por qué huyes de mí? -le preguntó ella recobrando el aliento- Casi no te alcanzo.
El chico lloraba mientras la abrazaba con fuerza.
-¿Dónde está el río? -preguntó entre sollozos.
- Aquí, encima de nosotros -le indicó ella-. Mira sus ondas azules. Entonces él alzó la mirada y vio como el río azul discurría silencioso sobre sus cabezas.
-¿Dónde estamos? 
-Donde siempre quisimos estar. En el paraíso, donde el mundo se hace sueño y el sueño mundo.
-¿Vamos a estar juntos?
-Eternamente -contestó ella acercando sus labios a los de él y sellándolos con un beso. Entonces ella pronunció en su oído una extraña y misteriosa palabra que le atravesó y resonó en todo su ser.


Cuando el joven iba a repetirla para memorizarla escuchó la voz de su madre que le llamaba y despertó. Hubiera dado su vida entera por poder recordar aquella palabra.


 Juanma 16 - Marzo - 1993

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