martes, 2 de diciembre de 2014

OTHERLAND

Te acercas...

   Desde la estrecha rendija que se abre en la madrugada puedo observar un destello que se aproxima, un resplandor que se agita como la vela de un barco a merced de la tempestad. Te detienes bajo la lluvia sin darte cuenta de que yo también estoy ahí debajo. Tu pelo mojado, tu ropa empapada y tu sonrisa haciendo de parapeto contra el viento. Te dejas embriagar por la felicidad. Abres los brazos y recoges entre ellos todo lo que naturaleza te pueda dar. No le tienes miedo a nada que no esté ya dentro de ti. Y todo eso, lo tienes desde hace tiempo bajo control. Yo sigo ahí debajo, observando, aprendiendo que la eternidad a veces camina y siente y se mueve. Que también se pueden acariciar los días sin tocarlos...

   Sigues ahí. Cantando y bailando bajo la lluvia. Emulando a Gene Kelly. Aunque ya hubiera querido Gene Kelly poder emular el eco de tu gracia y de tu risa. Le hablas al viento y le susurras a la brisa. Y yo a tu lado intentando escuchar algo y sin poder comprender nada. Porque os habláis en otro idioma. Vuestro lenguaje es el de la tierra y el agua y el fuego. El eco de la naturaleza. Todo son ecos del pasado. Intento hablarte, pero no me oyes. Y de repente todo cesa...

     Y ahora eres tú la que mira, esta vez por la tenue rendija del alba. Y me ves. Y te extrañas de las sombras y tinieblas tan oscuras que rodean mi mundo grotesco. Me preguntas por mi luz. Te digo que la he perdido. Que en alguno de mis últimos viajes la he debido de extraviar. Y que ahora solo veo la luz cuando te miro. No puede ser, me contestas. Me tiendes la mano. Y abres las rendijas de par en par. Y mis dedos acarician los tuyos. Siento el vibrar de la vida. Me rodea tu optimismo y me dejo atrapar por él sin oponer resistencia... 

     —Solo era un mal sueño —me susurras al oído.
      —Aquí siempre es así —te contesto como si fuera un secreto.
       —Por eso debes dejar esto atrás.
       —No conozco otro sitio a donde ir...
    —Puedes venir conmigo —me susurra con una mirada traviesa y una chispa de algo indefinible, algo como polvo de estrellas, en su mirada.
       —Me da miedo preguntarte adónde.
     —No importa mayormente el sitio, como le dijo el gato a Alicia. Siempre que sea en otro lugar...


Juanma - 2 - Diciembre - 2014                                       

     

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