Es difícil saberlo con esa misma certeza que se tiene sobre las cosas que nunca
suceden. Tengo la sensación de que fue al percatarme de que veía borrosas las
letras que escribía, como si estuvieran llorando su tinta sobre el papel, y resbalaban
con sutileza hacia el cielo, hacia el infinito, hacia la eternidad...
Intuyo que fue hace ya demasiado tiempo; en alguna constelación lejana, en una
edad distinta, con otra forma de agua; cuando verla suponía empaparse de ella y
llover a la par; cuando el mundo era indómito y el universo desconocido; cuando
orbitar alrededor de sus misterios era una caricia regalada que te dejaba un
secreto en la piel…
Una mañana temprano comenzó a llover, con mucho cuidado de no dañar los árboles
al compás de la tormenta que el mar y el viento fraguaban; y de pronto
surgieron sonrisas en su semblante, eternizando el movimiento de las nubes que
flotaban en el aire cuando los ojos del cielo comenzaron a soñar…
Llovía y la tierra se mostraba alegre, adsorbiendo la música de infinitas
melodías al mezclarse y entrechocar entre sí…
Llovía y Gaia se convirtió en madre; engendró maravillas, sembró semillas en su
interior, colores de ensueño que el arco iris logró plasmar en su lienzo…
Las letras siguen siendo borrosas, pero hermosas; como alfabetos bajo la lluvia...
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