CAPÍTULO 1
“Víctor… Se llama Víctor, ¿verdad?
¿Ya ha
enchufado ese magnetófono? ¿Se están grabando mis palabras?
He de
confesarle que prefiero las notas a mano en una libreta, como antes… ¡pero qué
se le va a hacer! La vida evoluciona… ¡y de qué manera!
Se preguntará por qué le he elegido a usted de entre tantos periodistas para que cuente mi historia. Parte de mi historia,
para ser exactos. Para el relato entero tendría que reencarnarse usted varias
veces…
No se
sorprenda. He tenido una vida algo más larga que la suya. Le decía que le he
escogido a usted por un motivo muy concreto y sencillo. Ya tiene experiencia en
escribir sobre vampiros. No se extrañe usted. Estoy al corriente de su vida y
publicaciones.
Leí hace
algún tiempo un libro titulado “Entrevista con el vampiro” de una tal Anne
Rice. Doy por sentado que lo habrá leído, por supuesto. El libro relata cómo el
vampiro Louis de Pointe cuenta su historia al periodista Daniel Malloy. Sus
andanzas y las de Lestat de Lioncourt, el vampiro que lo convirtió. Una
historia de chupasangres de pacotilla, pero una buena novela en todo caso.
Mientras estaba sumergido en su lectura, tuve la idea. ¿Por qué no buscaba yo a
un escritor o periodista al que relatar mi azarosa existencia? Se han dicho
muchas mentiras sobre ella. Algunas verdades, también. Pero hay mucha invención
en torno a mi leyenda. Y muchísimas partes que se desconocen. Demasiadas
lagunas, podríamos decir…
Como le
decía antes, he leído todos los artículos sobre vampirismo que ha escrito en la
revista de misterio para la que trabaja. Y también sus dos magníficos libros. Créame,
me han sorprendido bastante. Iría más lejos; me han impresionado. Tiene usted
vastos conocimientos sobre el tema. Y lo trata con bastante respeto y
honestidad. Así que he decidido que sea usted el que narre las aventuras y
desventuras que quiero contarle.
¿Mi nombre? Discúlpeme, Víctor. Tiene usted
razón. He sido un maleducado por no haberme presentado todavía.
Drácula.
Me llamo Drácula.
No me
mire así. Parece que haya visto usted un fantasma. ¿Le sorprende mi aspecto?
¿Me imaginaba de otra forma? ¡Ay, amigo… he cambiado tantas veces! Si pudiera
reflejarme en el espejo, ni yo mismo me reconocería.
¿No lo
cree usted? No le culpo por ello. ¿Qué pensaría yo si fuese un simple humano y
un tipo que no conozco de nada me viniese con semejante argumento? Pensaría que
está loco, claro está. Podría ofrecerle una sencilla muestra ahora mismo, pero
me gustaría que escuchara antes lo que tengo que contarle. Cuando termine mi
narración, le haré una demostración de mi poder. O le convertiré en uno de mi
raza, si así lo prefiere. Pero deje… deje que le cuente.
Sí,
Drácula me llaman. En otros tiempos fui Vlad Tepes, príncipe de Valaquia. Y he
tenido unos cuantos nombres y pseudónimos más. Pero su cine y su literatura han
grabado a fuego el nombre de Drácula en el inconsciente popular. Y le he cogido
cariño al nombre, para qué negarlo.
No, no
morí. De haberlo hecho, no estaría aquí. Aunque, en realidad, sí que he muerto.
De no haberlo hecho, no sería un vampiro. Irónico, ¿no le parece? ¿Muerto? ¿No
muerto? ¡Qué poco saben ustedes de la vida y de la muerte!
Aunque supongo
que se refiere a las anotaciones de Jonathan Harker, Abraham Van Helsing, Lucy
Westenra o Mina Harker, ¿verdad? Lo que escribieron en sus diarios es todo
cierto. Y, por supuesto, ellos creyeron haber acabado conmigo. Pero no fue así,
como puede comprobar. Estuvieron cerca, eso sí. ¡Y fastidiaron mis vacaciones
en Londres los muy malditos!
También
por muy poco tiempo, y por su culpa, no llegué a conocer a Jack, el
Destripador. Me hubiera gustado coincidir con él. Haber tomado juntos el té.
Haber charlado de nuestros asuntos… Sí claro, de la sangre y todo eso… Creo que
es un tema que a los dos nos apasiona. Me corrijo, a él ya no. Por distintos
motivos, por supuesto. Pero ambos teníamos aquel mismo gusto en común. En
realidad, yo lo sigo teniendo. Me impresionó mucho el trabajo que hizo con
aquellas muchachas. Esa constancia, esa minuciosidad, esa determinación… ese
pulso firme. Por supuesto, después de conocernos un tiempo no hubiera dudado en
acabar con él. Su sangre me hubiera sido muy preciada…
Pero el
profesor Van Helsing y los demás se
entrometieron demasiado en mis asuntos y me hicieron huir de allí. Aunque yo
también me estaba involucrando bastante en los suyos, eso es cierto. He de
reconocerles su valor. Aunque la culpa fue mía en gran medida. Los subestimé demasiado.
Pero no tenía prevista la aparición de aquel profesor holandés en la historia.
Echó por tierra todos mis planes. Años después me vengué de manera adecuada,
pero esa ya es otra historia…
Volvamos
ahora a Transilvania. Regresemos a mi castillo allá en los Cárpatos. El final
de sus diarios es tal como ellos relataron. Es lo que creyeron ver. Pero no fue
del todo así. Temiendo precisamente aquello, sustituí mi cuerpo por uno de los
zíngaros que me llevaban a casa y le hice tomar mi aspecto. Ni siquiera el
resto de los gitanos fue conocedor de aquello, pues lo hice durante la noche,
cuando todos dormían. Necesitaba de todas las precauciones posibles. Utilicé
las últimas fuerzas que me quedaban para aquello y para regresar como me fue
posible al castillo. Al llegar allí, Vah Helsing había matado a mis tres
hermosas niñas, a mis queridas y apreciadas criaturas. Eso fue otro enorme
revés. Sin ellas para conseguirme sustento en mi estado de extrema debilidad,
casi muero de inanición. No me quedaban fuerzas para salir al exterior. Hube de
alimentarme de la sangre de ratas durante meses hasta que pude volver a salir
para cazar carne humana. Fueron tiempos duros…
Muy
duros, sí. Pero sobreviví. Sobreviví de nuevo a todos ellos. No llevaba siglos
recorriendo la faz de la tierra para ser derrotado de una manera tan simple.
Pero entonces quise desaparecer de mi patria. Me había expuesto demasiado y a
punto estuve de pagarlo caro. Recorrí con cautela y en total anonimato otras
tierras lejanas. Estuve en China y la India. ¡Imagínese! ¡Jamás había visto tanta gente ni sangre
humana junta en mi vida! ¡Qué deleite! ¡Qué placer! ¡No se imagina qué
festines! Pero no podía permanecer demasiado tiempo en el mismo lugar sin
correr demasiados riesgos.
Sí, querido
Víctor. Viajé bastante durante muchas décadas. Todos parecían haberse olvidado
de mí. ¡Era feliz! ¡Desconocido y feliz! Hasta que un entrometido escritor
irlandés decidió escribir una novela sobre mí. Si, amigo. Hablo de Bram Stoker.
No sé cómo se hizo con los diarios de Jonathan Harker, Mina, Abraham y los demás.
Aunque lo cierto es que los consiguió y decidió escribir una novela con ellos.
La gente cree que la historia es invención suya, ignoran que aquellos
manuscritos existían. ¡No habría mil temas mejores sobre los que darle a la
pluma, maldita sea! Y además, la condenada novela fue todo un éxito…
¿También
está tomando notas? Eso me gusta. Que anote además sus impresiones sobre mis
palabras, mis gestos, mis movimientos… mis colmillos en su cuello... ¡Tranquilo,
tranquilo! Sólo era una broma. Aunque no lo parezca, también tengo sentido del
humor. He tenido océanos de tiempo para desarrollarlo.
¿Por
dónde iba…? Mmm… ¡Ah, ya recuerdo! Por Bram Stoker y su dichosa novela. Él tuvo
la culpa de todo. A partir de ahí, me conocían en todas partes. No es que
creyeran en mi existencia, claro que no. Pensaban que todo era ficción. El
mismo escritor lo pensaba. O eso quiero creer. El que tuviera acceso a aquellos
diarios todavía es un enigma que me atormenta. Cuenta la leyenda que en su
último aliento, pobre y olvidado de la mano de Dios en aquella mísera pensión
londinense, murmuraba en rumano «Strigoi, Strigoi» mientras apuntaba con el
dedo a un lugar en penumbra de la habitación. ¡Sí, lo ha adivinado, querido
amigo! Era a mí a quien apuntaba con su índice. Fui a visitarle y a sonsacarle
algo sobre la procedencia de aquellos escritos. Sin embargo, ya no estaba en
sus cabales. Deliraba. No pudo contarme nada. Pensé en transformarlo, pero ya
era demasiado tarde. Se llevó el secreto a su tumba.
Pero la
pesadilla no había hecho más que comenzar. Una buena mañana a los hermanos
Lumière se les ocurrió inventar el cine y el aleteo de la mariposa de Stoker se
convirtió en un huracán devastador en todo el mundo. No me malinterprete mal.
Me encanta el cine. Sobre todo las películas de asesinos en serie y
hombres-lobo. Lo que quiero decir es que entonces todo se fue definitivamente
de las manos. Llegó Murnau, aquel joven alemán, con su Nosferatu para dar más
fama a mi leyenda y los vampiros. Pese al fastidio, tuve la enorme suerte de
verla de estreno allá por 1921. ¡Y créame si le digo que es la versión más
terrorífica de todas cuantas han rodado sobre mí! No me parezco a él, como
puede comprobar. No obstante, captaba la esencia del vampiro. ¡Vaya si la
captaba! ¡Muy buena película, sí señor!
Pero
cuanto más se acrecentaba mi leyenda, más obligado me veía a esconderme y andarme
con cuidado. Y más precaución debía tener a la hora de elegir a mis víctimas. Y
aquello tan sólo era la minúscula punta de un enorme iceberg: después llegaron
Bela Lugosi, del que soy fan y admirador confeso, Christopher Lee, al que
llegué a conocer en persona en una fiesta (él no supo quién era yo, por
supuesto)… y cientos de películas y libros sobre mi figura. ¡Si mi madre
hubiese vivido se habría sentido orgullosa de su hijo y de todo lo que estaba
consiguiendo! Aunque para mí fue una desgracia. La fama no es algo que haya
buscado durante mi existencia. A mi profesión le viene mejor el anonimato. Pero
también son gajes del oficio.
¿Qué si
vi la versión de Francis Ford Coppola? ¡Claro que sí! Me pilló en Rumania
tratando unos asuntos familiares. Pero pude verla en versión original
subtitulada. ¡Y menudo despropósito! ¡De las peores versiones que he visto
sobre mi persona! ¿Qué se supone que eran esas cosas que me pusieron en la cabeza?
Me parecía más a la princesa Leia que a una criatura legendaria. ¿Acaso ve
usted algo así en mi cabeza? ¡Tanto mejor que me hubieran puesto cuernos de
macho cabrío! No es que Gary Oldman estuviera mal, hizo una magnífica interpretación,
pero no imagina la vergüenza que sentía cada vez que veía aquella imagen
surrealista de mí en la pantalla. Mi aspecto de joven lo lograron un poco
mejor. ¡Y sí, siempre he sido un romántico de manual sin remedio! Pero de
romántico a cursi como en la película va en trecho. ¡Vamos, que no me hizo
demasiada ilusión! Ni siquiera la he vuelto a ver en televisión.
Y si
hablamos del actual cine de vampiros, ¿qué me dice? ¡Menudo bochorno! ¡Qué
triste espectáculo! ¿Vampiros de gimnasio e instituto que brillan como diamantes
a la luz del sol? ¡Si muchos de los que perdieron su cabeza pudieran levantarla…!
Se hace
tarde, amigo Víctor. Es la hora sagrada de mi aperitivo. Y usted también tendrá
hambre, sin duda. Podemos dejarlo aquí por ahora. Cuando vuelva le hablaré de
mis orígenes. De la leyenda. De Vlad, el Empalador… Podría poner usted a enfriar
una buena botella de su bodega. Después de saciar mi apetito, siempre me
apetece una copa de buen vino…
Continuará...
Juanma - Octubre - 2015
Continuará...
Juanma - Octubre - 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario