sábado, 10 de agosto de 2013

HORIZONTES VERTICALES

Yo era un horizonte vertical. Una astilla clavada en la carne del mundo. Una esquirla de cristal cortando todo lo que tocaba, inaugurando heridas, coleccionando cicatrices, haciendo sangrar. Era un grito destemplado que venía maquillado de literatura, el veneno añejo guardado en la bodega de mi alma que mi boca daba de beber.

Yo era una mentira que se convenció a sí misma de su verdad, un abanico de razones temblorosas intentando hablar fuerte sin que se les quebrase la voz, un mosaico de dudas e inquietudes, una soga para el espíritu. Yo era ese agujero en el corazón por el que se escapa el alma.

Yo era una sonrisa afilada, con sed de dolor, con fobia de dolor, con sangre de dolor. Una pared con consignas de tristeza entre los ladrillos. Una fortaleza anhelando ser nido.

Yo era un continente de muertos desaparecidos y sombras errantes hasta que instalaste tu biblioteca en el centro de mi ciudad. Tu biblioteca de sueños por cumplir, tus hermosas estanterías llenas de libros llenos de palabras llenas de magia, y tu cama como un regalo sorpresa en mi casa, en una habitación sin mentiras ni cortinas.

Prescindiendo de filos, fui apuesta y ruego, cartas sin marcar por primera vez en la vida, cuerpo abierto, silencio. Fui paz y suicidio, y mantuve a raya la traición. Pude entender tu rechazo a lo vivo, a la luz, tus constantes merodeos por tus propios venenos, tus huidas del mundo, de ti misma, de mí, hasta tu devoción por Lord Byron por llevar la contraria a mi William Blake. Fui palabras sin estrenar, fui beso silencioso, fui caricia verdadera.

Tú tenías vocación de espina. Antes de que terminara de amanecer manché las sábanas con el jugo de mis venas. Tú te quedaste inmóvil, no dijiste nada más, a tu pesar.

Eras también una astilla. Una esquirla de vidrio, un grito destemplado...

Juanma - 10 - Agosto - 2013

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