martes, 14 de octubre de 2014

DEBAJO DE MI NOMBRE

"Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo."
("La Jaula" - Alejandra Pizarnik)


A veces sucede que no sé quién soy ni de dónde vengo y termino haciéndome preguntas sin respuesta; como, por ejemplo, por qué se quedó vacío el aire después de respirarlo. En otras ocasiones me busco sin encontrarme, sueño sin dormir, lloro dentro del agua o debajo de mi nombre. 

Cuando decido responder algunas de esas preguntas sin sentido me doy cuenta de que no puedo, de que la noche se encasquilla en mi lengua, o se desangra a punto de ebullición el líquido que se pasea entre la piel de las palabras y el nombre que les doy a mi ángel y demonio en esta especie de monólogo intrauterino. Necesito hablar con ellos, llorarles y llorarme, diluirnos los tres en un verso inmaculado e intacto; pero no están, o no estoy, y siempre despierto en un extraño jardín lleno de cruces y piedras donde se alzan al cielo desconsolados cipreses.

Podría afirmar que hay almas y signos y gestos que la niebla recuerda y la oscuridad no olvida, jirones de pasado y ombligos de memoria que el silencio no logra acallar. Podría jurar que todo es negro y todo duele y todo tiembla.

Ahora, y siempre que nadie me mira, me sumerjo en pozos olvidados, buceo en mares prohibidos, practico el vuelo sin motor y hago malabarismos con el Karma; mientras todos me saben, o piensan, o sueñan sentado tranquilamente frente a las llamas temblorosas de un fuego dormido.

Dormiría más tiempo, o más vidas, si el alma me dejara y los versos y los poemas no fueran truenos y relámpagos dentro de mi cabeza. No escribas, me digo, deja los versos para los poetas; ellos saben de métrica, no eluden la rima y entienden de poesía. No hagas de tu corazón estrofas rotas. Ni de tus lágrimas tanto verso a medias con alevosía. Polvo en el viento, polvo en forma de tinta sin melodía.

Lo que debes hacer, me susurro, es seguir con tus preguntas sin respuesta y no intentar desviar la atención hacia la periferia, hacia los suburbios del alma; a tu mente le da por centrarse en los golpes que da la ventana a tu espalda, sin nombrarte, sin acordarse de ti, y por eso cada dos bandazos miras por el rabillo del ojo para comprobar si se ha roto el cristal y por los huecos ha vuelto a entrar el crudo invierno con su intraducible y gélido viento de prosa fría.

Siempre lo has sabido, me repito; lo primero que has de hacer es adelantarte al otoño y a la caída de la hoja. Deshacerte de algunos pétalos de flor no es deshacerte de la flor misma ni sinónimo de lágrimas y llanto. Si te invade la melancolía puedes recordar los bosque perennes, la forma de las nubes o la brisa del mar, pero eso casi mejor dejarlo para la primavera. 

Porque todo lo que tienes y no tienes es lo mismo; lo tienes y no lo tienes a un mismo tiempo, tan cerca como si estuviera a tu lado, durmiendo en una habitación al fondo del largo y oscuro pasillo de tu existencia.

Y tan lejos al mismo tiempo.

Como una lágrima debajo de mi nombre...


Juanma - 25 - Septiembre - 2014

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