sábado, 8 de junio de 2013

PÁJAROS

A fin de cuentas es así. Y lo sabes. A mí siempre me han gustado los pájaros. Pero no los murciélagos o las lechuzas, no de noche. No me molesta si se supone que a esas horas las aves diurnas no vuelan, que deberían estar durmiendo... ni siquiera me importa si ya no me quieres creer. Llegan a cientos a romperse el cuello, a estrellarse contra los cristales de mi ventana, una y otra vez. Vienen perdidos, heridos o confundidos, siempre antes de las primeras luces del amanecer.

Y tú te empeñas en preguntarme porqué insisto con los pájaros, cuánto me preocupan, qué quieren decir. Y yo sin respuesta; pues ya ves, no sé. Sólo recuerdo que no me los invento, porque anoche regresaron como un huracán desatado y se supone que yo tenía que estar ahí para salvarlos. Pero no lo conseguí, eran demasiado veloces para mí. Entonces se arrojaron como un torbellino a la arena y al agua, ahí en la playa, a los brazos del mar. Como para rebasar fronteras y quizás pasar del vuelo al nado... tal vez.

Al menos ahora siempre tienen alas. Sólo necesitan usarlas bien.

Te he dicho desde hace siglos que odio el crepúsculo, que no me gustan sus colores cuando oscurece. Se vuelven osados kamikazes. Sé que no me crees, pero es así; son pequeños suicidas anónimos. Y yo intento detenerlos, abrir las ventanas, apartar los cristales de su camino, salvarlos, insuflarles esperanza, hacerlos vivir...

Ya sé que has tomado como costumbre pensar que yo estoy loco en algunas horas del día. Me escuchas en silencio, simulas que me comprendes y asientes con la cabeza a todo que sí.

Y afirmas que a veces es tanta la fuerza del destino, que uno se queda sin elección.

Pese a que tú no lo hagas, yo te creo.

Porque si intento taparme los ojos para ignorarlos o hacerlos desaparecer, me vuelvo súbitamente un halcón, o un cuervo negro que devora los tuyos al fin...


Juanma - 8 - Junio - 2013



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