Se sentaron frente a frente, contemplándose. Alzaron las manos, poco a poco, y las colocaron a ambos lados de sus rostros, como quien sostiene el mundo en el aire, casi sin tocarlo, pero rozando la eternidad.
Y tú no te vayas jamás, le contestó la vida a la esperanza.
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó la paciencia a la confianza.
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó la sabiduría a la enseñanza.
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó el amor a la pasión.
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó la humildad a la admiración.
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó la magia a la ilusión.
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó la música a la canción.
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó el beso al beso, la caricia a la caricia, el susurro al susurro, la mirada a la mirada, la letra a la letra, la mano a la mano, la piel a la piel, el corazón al corazón...
No me dejes nunca, le pidió.
Y tú no te vayas jamás, le contestó.
Y se quedaron; rozando con sus dedos el infinito y mirándose hasta que se les gastaron las pupilas.
Juanma - 12 - Enero - 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario